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26/5/09

FUE NOBEL DE LITERATURA, ESCRIBIO EN IDISH SOBRE GAUCHOS JUDIOS Y MURIO EN SILENCIO

A pesar de haber nacido en Polonia y emigrado a los Estados Unidos, Isaac Bashevis Singer, premio Nobel de Literatura 1978, escribió toda su obra en idish, la lengua de sus antepasados, que había hablado y escuchado en su niñez. No le importó que fuera la lengua de una minoría. Él mismo se encargó de traducir sus textos al inglés. La fidelidad con que recreó el mundo judío tradicional le valió la admiración de miles de lectores Bashevis Singer murió en Manhattan, en 1991, y nadie hizo demasiado ruido, apenas unas pocas líneas en alguno de los grandes diarios norteamericanos y de París, por supuesto. Quiero decir que murió discretamente, casi en silencio, como había vivido, al igual que la mayoría de los personajes de sus narraciones.

Singer, judío polaco, había nacido en la, por entonces 1904 aldea de Radsmin, no lejos de Varsovia, en cuyo seminario rabínico cursó estudios, siguiendo la tradición familiar, puesto que su abuelo y su padre habían sido rabinos, aunque él no alcanzó a serlo. Ni siquiera fue un hombre propiamente religioso, por más que haya pensado como alguna vez lo dijo que este mundo y esta clase de vida no es todo, que hay un alma y que hay un Dios y que puede haber una vida después de la muerte. Pero abandonó el seminario y se dedicó al periodismo. Escribía siempre lo hizo en idish.

Hacia la mitad de la década del treinta emigró a los Estados Unidos y se estableció en Nueva York, y en Nueva York comenzó a ganarse la vida colaborando en diarios y revistas, sobre todo en el Jewish Daily Forward, escribiendo, naturalmente, en idish, y él mismo se traducía al inglés.

Singer narra este tiempo de inmigrado, poniéndolo en boca de un personaje de uno de sus relatos: "Un día, poco después de mi llegada a los Estados Unidos, me encontraba yo en la habitación amueblada que había alquilado, solo e ignorado como sólo puede estarlo un escritor en idish empeñado en intentar aprender inglés mediante la Biblia y el diccionario Harkavy...".

El idish, como casi todas las lenguas y literaturas modernas en Occidente, data de la Edad Media. Es cierto que el hebreo fue y vuelve a ser ahora la lengua de los judíos, pero durante los siglos de la diáspora no fue más que un "tesoro esotérico", clave de minorías, casi un instrumento de culto o una lengua sagrada, aristocrática, y usada sólo para fines nobles y solemnes; algo que los judíos llevaban siempre consigo, como el Talmud, esa "patria portátil", al decir de Heine. De allí que, en sus orígenes, la literatura judía fuese un reflejo de la moral étnica, religiosa, de extraordinario valor para robustecer el espíritu nacional, en espera firme y paciente de un regreso a la patria perdida. De este modo se formó el idish, nacido en los guetos de Alemania, y que al principio no fue más que una jerga mezcla de palabras germanas y hebreas que fue enriqueciéndose con otros aportes. El pueblo judío, nacido en la diáspora, lejos de su lengua materna, tenía necesidad de un idioma que les hablara en forma sencilla y comprensible de las cosas, pero de las cosas y de los hechos cotidianos, que sirviera para comunicarse a aquéllos que ignoraban el idioma culto. No un idioma épico, puesto que el pueblo judío ya había pasado las etapas protohistóricas de la vida nacional, que es cuando el genio de la raza tiende a lo heroico. Es verdad que los judíos eran dueños de un gran pasado y de una forma de vida peculiares, pero ya en la Edad Media no estaban pagados de sentimientos caballerescos o galantes como se ha señalado bien y carecían de héroes inmediatos como Carlomagno o el Cid. No obstante, o quizá por eso, el idish que se escribe con caracteres hebraicos es una lengua nacida al calor de la piedad, y su composición varía según donde se lo hable: el lituano, el polaco, el ucraniano o el rumano; en Polonia se agregan caracteres eslavos igual que en Rusia, y en Inglaterra o Norteamérica, vocablos o formas inglesas. Refiriéndose a esto, Singer dijo que el escritor idish no ha sido educado con la idea de los héroes. "Quiero decir que había muy pocos héroes en los guetos judíos... muy pocos caballeros y condes y gente que se batiera a duelo y esas cosas". Pero, agregó: "en mi caso, no creo que escriba siguiendo la tradición del hombrecito de los escritores idish, porque ese hombrecito de ellos es en realidad una víctima... un hombre que es víctima del antisemitismo, de la situación económica y demás. Mis personajes, aunque no son grandes hombres en el sentido de desempeñar un gran papel en el mundo, tampoco son pequeños, porque a su manera son hombres de carácter, de ideas, de grandes sufrimientos".

Isaac Bashevis Singer, a pesar de haber vivido durante más tiempo en los Estados Unidos que en su Polonia natal, se mantuvo fiel a su lengua, aunque, como sabemos, él mismo, con frecuencia, fue su propio traductor al inglés. El motivo lo expresó de la siguiente manera: "Ningún escritor verdaderamente bueno escribirá nunca en una lengua aprendida, sino en la lengua que conoce desde la infancia". Porque la verdadera fuerza de un escritor está en el lenguaje. A Singer nunca lo inquietó, siendo polaco, no escribir en polaco, dijo que el polaco no le era tan familiar como el idish, y lo hablaba con acento. En realidad confesó a Philip Roth en una charla hablaba todas las lenguas con acento.

A decir verdad, para Singer, un escritor es el lenguaje, allí está su verdadera importancia y su grandeza, en el uso magistral de su lengua. Pero también en aquello que escribe, porque el fondo y la forma para un escritor son inescindibles. Él lo dijo: "Creo que escribir bien una historia es la obligación del narrador. Debe esforzarse porque la historia se cuente bien, me refiero a que la construcción sea buena y que haya equilibrio entre la forma y el contenido". Y en cuanto al socorrido dilema de si la literatura escrita, los libros, desaparecerá, o que eso ya está sucediendo, a manos de la tecnología, Singer nunca lo creyó. La literatura escrita, el libro, correrá el riesgo de desaparecer si desaparecen los grandes escritores. Pero dijo si tenemos gente con la capacidad de contar una historia, siempre habrá lectores.

Además del lenguaje y de una buena historia para narrar, Singer postuló que un escritor únicamente puede (debe) hablar de aquello que verdaderamente conoce. Como casi todo gran escritor, se pasó la vida sobrellevando una íntima contienda: amaba a su lejana Polonia, la vida judía de Polonia, y mientras más lejos más extrañaba, y a la vez soportaba con frecuencia las quejas de sus colegas judíos que le reprochaban por qué escribía sobre ladrones y prostitutas judías, y él contestaba: "Hablo de lo que conozco, y no conozco a los ladrones ni a las prostitutas españolas".

Yavé, el irascible Dios del Antiguo Testamento, injustamente condenó a los hombres a la diversidad de lenguas para que no se entendieran entre sí, en castigo por haber soñado con edificar una torre para llegar al Cielo, furibundo destino que afortunadamente no se cumplió, y las lenguas se multiplicaron, si bien de manera desigual.

En 1978, Isaac Bashevis Singer obtuvo el Nobel de Literatura. El otorgamiento de este premio a escritores en lenguas minoritarias, o que constituyen algo así como circuitos cerrados, no deja de causar en principio un cierto estupor tales fueron los casos del serbocroata Ivo Andric, del islandés Halldor Laxness, o del finlandés Sillanpää y fue también el caso de Singer que, en cuanto a su lengua literaria, el idish, siempre fue optimista. No será una lengua muerta afirmó porque está relacionada con quinientos o seiscientos años de historia judía, y cualquiera que desee estudiar esa historia tendrá que estudiar idish.

Nunca fue un viajero empedernido pero, al contrario de otros notables escritores como Eugene ONeill, John Dos Passos o Lawrence Durrell, que también viajaron por Latinoamérica, Singer escribió un estupendo relato que, con el título de La Colonia, describe la vida de inmigrantes judíos hablantes del idish, en la provincia de Entre Ríos, en Argentina donde acudieron para hacer realidad "el sueño del barón de Hirsh, que quiso transformar a los judíos rusos en campesinos argentinos". Quizá por eso y por el resto de su estupenda obra literaria a pedido de una publicación de la UNAM, cuando le otorgaron el Premio Nobel, escribí una larga nota sobre su vida y su obra que se llamó El Exilio, el Gueto y el Reino de Isaac Bashevis Singer. Cuando la leyó un viejo y querido amigo judío, cineasta por más señas, me envió un telegrama con el siguiente texto: "La nota es exhaustiva. No tienes ya que circuncidarte". Singer murió en Nueva York solo, como lo hacemos todos y en silencio.

1 comentario:

  1. La nota sobre Isaac Bashevis Singer apareció el Domingo 21 de marzo de 2004 firmada por Héctor Tizón. El respeto tambien incluye mencionar la autoría cuando se reproduce un texto o una foto.

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