AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO
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20/12/08

DE RUSIA A LA ARGENTINA UN RELATO DE DON MAURICIO CHAJCHIR

RELATO DE UN VIAJERO DEL PAMPA. POR MAURICIO CHAJCHIR Estos son los recuerdos inéditos de Mauricio Chajchir que a los 10 años llegó a la Argentina con sus padres y dos hermanos, Rebeca y Luis, en el barco Pampa.Mauricio (Mordejai Bejar) nació en 1881 en Kerch, Crimea (región de Krimchak) y murió a los 90 años en 1971 en Entre Ríos. Su padre fue Moisés Chajchir y su madre fue Sima Korchuk.Agradecemos a su sobrina, la Sra. Dora Daichman, que reside en Paraná habernos facilitado el cuaderno original de dichas Memorias, para su consulta y reproducción. De dicho cuaderno se reproduce un fragmento. Estas memorias fueron iniciadas el 18 de julio de 1954 y se escribieron con interrupciones hasta el año 1970.LA HUIDA DE RUSIACorridos por los embargos y la miseria abandonamos Crimea y cruzamos al Cáucaso. De ahí papá nos llevó a Turquía. Me acuerdo que pasamos el puente que une Europa con Asia.El tráfico era grande y el puente no era giratorio como el de Avellaneda, sino que los barcos tenían sus chimeneas movibles, para plegarlas cuando pasaban por debajo del puente.En esa fecha (octubre 1891) empezaron a congregarse allí judíos de todas partes de Rusia con miras a seguir viaje a Palestina empujados por los pogroms. Pero los turcos, que eran dueños de la Tierra Santa, cerraron las puertas de Palestina. Muchos alcanzaron el puerto de Jaffa. Contemplaron con la vista la Tierra Prometida. No los dejaron entrar! Tuvieron que volver a Estambul.Por ese entonces se abrió el comité del Barón de Hirsch. Fue una salvación para los judíos y empezó el registro de las familias. Aceptaban solamente familias con hijos varones. Los que no los tenían, se daban maña. Hacían inscribir a un soltero como hijo y la cosa marchaba...Hubo una lucha en mi familia para adoptar una decisión a favor del viaje. Mamá alegaba: ¡Apartarse de nuestra comunidad! ¡Trasponer frontera, mares...! Y lloraba, lloraba, lloraba.Por fin se decidió. Fuimos al comité, esperamos turno y entramos.En la mesa estaban tres personas. Se sorprendieron cuando papá empezó a hablar en ruso. Uno de ellos hablaba ruso. Empezaron a discutir en francés. Por fin le dijeron:-Dudamos que Ud. sea un yid (judío)Y empezaron a examinarnos:-¿Qué dice al levantarse por la mañana?.Molde ani lefonejo...Entonces le preguntaron que decía al acostarse. Papá se lo dijo. Continuaron con otra pregunta:-¿Cuales son las fiestas judías del año?. Papá les contestó y entonces el hombre dijo: -¡Debolne! Aceptado.Empezó la inscripción, éramos cinco en total. La abuela y el tío Pinjas debían volver a Crimea.EN VIAJE A AMÉRICAEl Barón de Hirsch había alquilado un buque de carga para trasladarnos a la Argentina. El barco se llamaba Galatz y era de bandera francesa.Eramos unas doscientas ochenta familias, en total unas mil quinientas almas: judíos polacos, lituanos, de Odesa, de Ucrania y no sé yo cuantos otros países, todos ellos de distinta pronunciación y diferentes costumbres. Y entre ellos, nosotros, una familia krimchak (de Crimea).Era una quincena después de Zimjás Torá (1891). Dio la coincidencia que correspondía al capítulo de la Torá que habla de Noé en la lectura del sábado. Y por chiste decían que el Galatz se parecía al Arca de Noé porque el pasaje iba en bodega en constante agitación.Nos despidieron con grandes hurras. La colectividad judía con oraciones y bendiciones y el barco empezó a deslizarse por el Bósforo y los Dardanelos, para salir al día siguiente al Mediterráneo.El cuarto día, 6 de jeschvan, empezó la tormenta con lluvia huracanada. El buque se hamacaba cada vez más fuerte.En la bodega el pasaje empezó a rodar mezclándose con los bultos y fardos. Se levantaban olas de casi ocho metros de alto, que barrían la cubierta y se metían en la bodega cubriendo con agua salada a los niños y mayores. El capitán hacía todo lo posible para salir adelante, navegando en zigzag para tratar de que no zozobrara el barco.De repente llegó una orden urgiendo a todos los varones a subir a cubierta para rezar.Rezaron los Teilim (salmos) de memoria, con tanto fervor como nunca más he visto en mi vida. Entre nosotros venían tres hermanos Kaplán. El menor de ellos estaba entre los mástiles, seguramente agarrado para no caerse, y al romperse un palo le pegó en la cabeza y lo mató.Después de tres días cesó la tormenta y amaneció un día de sol. Salimos a cubierta a secar las ropas, mientras los marineros barrían y limpiaban los objetos destrozados.Al día subsiguiente divisamos la ciudad de Marsella. El viaje duró 8 días en lugar de los 4 estimados y muchos de los viajeros empezaron a festejar el 6 de jeschvan en reuniones familiares por años, por el milagro de haberse salvado del naufragio.En el puerto había tres delegados del Barón Hirsch para darnos la bienvenida, pero los viajeros estaban furiosos, cansados y con frío y les contestaron a los gritos, echándoles pestes y maldiciones. Entonces nos propusieron trasladarnos a un transatlántico de pasajeros, pero la mayoría se negó y reclamó ropa y frazadas.Los delegados se fueron y regresaron al rato con una carrada de frazadas y ordenaron a las familias ponerse en fila para recibir las mismas. Al principio fue todo ordenado pero luego empezaron a tironear del carro y a sacar de a 3 o 4 frazadas. El repartidor se vio rodeado y se perdió. Y se desató la arrebatiña... ¡¡¡¡A LA ARGENTINA POR TREN!!!!Horas más tarde se presentaron los delegados con un nueva propuesta." El Barón de Hirsch los va a conducir a la Argentina por tierra, en tren.."Entre nosotros había una minoría que sabía algo de geografía, pero se mordieron los labios. Los más aceptaron. Se oían voces que decían:¡Vamos a la Argentina! ¡Vamos a la Argentina! ¡Vamos en tren!Se dispuso la marcha. Fuimos a pie a la estación que quedaba al otro lado de la ciudad. Nos hicieron formar en fila de a cuatro, con comisarios de columna.Según mis cálculos la fila podía tener unos 300 metros desde la punta a la cola. Los franceses nos miraban desde sus ventanas y balcones. Y bien, nos esperaba un tren.Después de embarcarnos en los vagones, el tren salió enseguida. Papá contó, cuando pasamos una curva, 21 vagones de pasajeros y 3 de carga en los cuales iba nuestro equipajeIbamos a Burdeos. ¿Todos lo sabían? No sé. Los pocos geógrafos argumentaban que como el Barón de Hirsch era muy acaudalado, todo se consigue con el oro. Así que afirmaron que íbamos en tren a la Argentina.Atravesamos Francia a todo lo ancho.... Recorrimos algo menos de 1000 kms. En las inmediaciones de Burdeos nos hicieron bajar en un establecimiento, eran las bodegas del Barón de Rothschild para descansar, reponernos y también lavar la ropa porque, según decían, la gente se rascaba mucho. Hicimos un alto durante un par de días.Luego fuimos a Burdeos donde nos alojaron en un depósito muy grande. Estaba según nos dijeron al lado del puerto, él que no se veía, sino una playa muy grande.A unos 500 metros se veía fondeado el Pampa, que no parecía un barco pues no se le veía la chimenea!Hubo casi un amotinamiento pues no querían embarcarse, pero al final a lo largo de todo el día fuimos trasladados en una balsa al Pampa.Este alzó su chimenea y partimos!!!Omitimos la narración del viaje en el Pampa, pues es palabra más o menos la descripción de una clásica travesía en un barco de inmigrantes, lo único especial era que llevaba unas 5 o 6 vacas en cubierta para ser faenadas por el Schoijet y tener carne kosher cada tanto, pero muchos no la comían pues las ollas era treif (impuras). Así se cumplió la travesía oceánica.DE LA CASA DEL INMIGRANTE A MIRAMARNo recuerdo en que puerto atracó el Pampa. El caso es que nos esperaban varios tranvías a caballo para trasladarnos a la casa de los inmigrantes en la cual nos dejaron en cuarentena.Eran otros tiempos. Ninguna exigencia de pasaporte, ni cédula, ni llamada. Todo inmigrante era bien venido. Solamente el funcionario hacia el recuento del pasaje según las listas que traía el Capitán. Tampoco se revisó el equipaje, tantearon algunas maletas con la mano preguntando que llevábamos. La caravana siguió adelante. Al frente iban los tranvías y a los costados todo lo demás que no cabía en los vehículos, en carros que cargaban con los equipajes. Tranquilidad en las calles.Parecía que los porteños hacían la siesta.Nos acomodamos en la casa del inmigrante. Eran los días de Janucah. Uno que otro probó encender velitas, pero venía el sereno y las hacía apagar. Se le trató de explicar que era un asunto religioso, no lo entendía hasta que al final dio su aprobación.No sé de donde surgió la versión que los cocineros y personal eran judíos españoles y por consiguiente todo era kosher.Y, ¡ah! por primera vez durante todo el viaje, todo el pasaje disfrutó de una buena cena. Al día siguiente una comisión de mujeres fue a investigar a la cocina para ver si salaban la carne y se encontraron con una cabeza de cerdo sobre la mesa. Volvieron amargadas y trataron de vomitar lo que habían comido la noche anterior.La cuarentena no era rigurosa. Podíamos salir y volver antes de la seis. En una de esas salidas, con mamá observamos que los porteños fumaban chupando una especie de narguile, pero no salía humo. Claro, ¡era el mate!Se me corta la memoria y aparece de nuevo la estación de ferrocarril del pueblo Miramar .Muchos carros playeros nos esperaban para llevarnos al Hotel Atlántico, que distaba una legua y media, donde acampamos durante tres meses. Allí dejamos 3 sepulturas...Nos bañábamos en la playa, que era solitaria y despoblada, en traje de Adán. Había que andar 50 metros para que el agua nos llegara al pecho.Yo sí que tomé clandestinamente un vaso de leche. Un día nos juntamos tres muchachos y fuimos por una senda a una casita, de la que habíamos oído que convidaban con leche a los visitantes. Fuimos repitiendo todo el camino la palabra leche para no olvidarnos. Llegamos, el más grande de nosotros dijo -leche-, largaron una carcajada y nos dieron un vaso de ella a cada uno. Como no sabíamos como decir gracias, hicimos una reverencia en señal de agradecimiento. Y hubo más carcajadas. No dijimos nada a nuestros padres.Quiero cerrar este capítulo del Hotel Atlántico diciendo que lo que recuerdo de allí y lo conservo aún hoy día, es el gusto del té recocido y endulzado con azúcar negra, la que no era refinada y que hoy la llaman azúcar rubia. Ah!, hasta hoy me parece que siento el gusto y el olor del té recocido con azúcar negra.DE MIRAMAR A ENTRE RIOSLos recuerdos se interrumpen. Las imágenes reaparecen en el Río de La Plata. Todos nosotros estamos en un vapor de la compañía Mihanovich, accionado a paletas. Estamos entrando en el puerto de Concepción del Uruguay. No recuerdo como salimos de Miramar. En Concepción nos alojaron a la mitad en vagones de carga, la otra mitad siguió viaje en el mismo vapor hacia Colón para ser llevado en carros a San Antonio. En los vagones acampamos diez días pues no pudimos seguir viaje porque las vías entre Caseros y Herrera estaban obstruidas. Al fin llegó el día de la partida. Engancharon una locomotora a nuestros vagones y emprendimos viaje a 1º de Mayo que hoy se llama Villa Mantero. Y con los matzes a cuesta como si fuéramos los Bene-Israel, vagando desde Egipto en busca de la Tierra Prometida. Muchos de los viajeros hallaban más comodidad sentados en las puertas de los vagones con los pies hacia afuera. Pasando Caseros, el tren se detuvo, había unos dos mil metros de vías obstruidas. Nos hicieron bajar a todos y el tren siguió despacito. Nosotros lo acompañámos a pie.VILLA MANTERONo me acuerdo del desembarco, pero voy a describir el lugar donde nos detuvimos unos dos meses, a 2.500 mts. de la estación hacia el Norte y pasando un arroyito estaba ubicada la estancia. Había un edificio con altos y otro más chico al lado. La cocina era grande y tenía un horno casi de panadería. Un galpón muy grande, caballerizas y enramadas, más varias casuchas en el patio. El Barón Hirsch la compró tal cual, con todo. Toda la peonada se quedó, con sus lazos y boleadoras y cuantas cosas más había.El inglés que la vendió se fue, aparentemente sólo con la ropa puesta pues hasta sus muebles estaban en los altos. Allí se acomodó el administrador, llamado Schleizinguer, judío alemán soltero. Nos acomodaron a todos entre las casuchas y los recovecos, improvisando y dividiendo con biombos los establos.Uno de éstos nos toco a nosotros, pero mamá consiguió cambiarlo por un lugar en la cocina, pues estaba embarazada.Festejamos el primer Seder de Pesaj, a la usanza tártara. Pero otros muchachos que escuchaban nuestras oraciones en el idioma krimschak se rieron de nosotros pues les parecieron ridículas.Nos habían dado matze para cuatro días, por lo que una delegación viajó a Villaguay y regresó al otro día en el tren con 5 bolsas de harina.De inmediato, al primer día hábil de la semana de Pesaj, jal-amoed, mejor dicho la noche antes; calentaron y amasaron con palos improvisados. Una espuela de bota que se quitó un peón sirvió para cortar las hojas.A la mañana siguiente se repartió el matze por unidades según la cantidad de personasA la mañana siguiente se repartió el matze por unidades según la cantidad de personas. Y se armó la trifulca que fue solucionada por el Schoijet, al decir que el matze era cosa sagrada y no comida común.A partir de ahí se terminó la cocina en común, cada familia recibía los ingredientes y se cocinaba para ellos..........El nacimiento de mi hermano Abraham no fue registrado, no recuerdo ni el día ni el mes. Sólo sé que fue entre Peisaj y Sheuvot, en la Zefirá, del año 1892.El bris (circuncisión) fue realizado con gran pompa, había mohel y el administrador fue el padrino. Por eso lo llamaron también Mendel por un antepasado del administrador.Recién a los 6 o 7 años la gente se dio cuenta que todo hijo nacido en la Argentina tenía que ser anotado. Pero no se los podía intercalar en los libros, así que había que hacer el trámite en Villaguay. Mi padre anotó así a mis tres hermanos argentinos el mismo día.Hay algo más, a las salida de la estación, al lado de un puentecito, había unos puestos, donde pusieron a los que no cabían en la estancia y allí se alojaron dos familias mujiks de habla rusa que se habían convertido al judaísmo y formaban parte de los pampistas. Estos mujiks trazaban los surcos muy rectos y no dejaban mojones. Papá los frecuentaba siempre y me llevaba a mí.A DOMINGUEZ Y DE AHI A ROSH PINADe la partida de la estación no me acuerdo. Pero sí, ya en Dominguez a la bajada del tren, cuando la muchedumbre se disponía a retirar sus equipajes sin orden ni disciplina.En Dominguez, por toda población había el edificio viejo del Fondo Comunal y el galpón que era de don David Patin. En ese galpón nos alojamos todos unos doce días.Nuestro grupo se había reducido a sólo 24 familias que estaban destinadas a la colonia Rosh-Pina. En las cuatro líneas, Even Arosch, Kiriat-Arba y en dos más hacia Balvanera, ya hacía tres meses que estaban en sus lotes, instaladas unas 130 familias poseedoras de unas 50 has. cada una.En el galpón se declaró no sé que clase de peste, así que vino el médico que la JCA tenía en Balvanera y al día siguiente llegaron los remedios desde Villaguay.Y llegó el día de la partida. En 8 carretas tiradas por tres yuntas de bueyes nos trasladaron a los lotes que después se llamaron Rosh-Pina.Era un día de mayo, de mucho calor y sofocante. Se acomodaron a los gringos en las carretas, mujeres, hombres, niños, cachivaches, leña y además 8 chapas de zinc para cada familia, para hacer las viviendas pues en el lugar no había absolutamente nada.Todos iban arriba en las carretas.¡Que lástima que no sacamos una foto!A las diez arrancó la caravana en dirección al lugar. No había alambrado alguno.La primera carreta volteaba los cardos altos que crecen en tierra virgen.La última ya marchaba por una huella. Luego nos sirvió para ir hasta la estación. En la punta donde iba a ser la colonia que es hoy, frente a lo que es la casa de los Bekenstein se armaron las carpas, una para cada familia. A eso de la medianoche se largó a llover. Por suerte no era fría. El temporal siguió como unos ocho días. Cuando paró el temporal la JCA mandó maderas de sauce y blanquillo, también paja. Un capataz con varios peones empezaron a hacer los ranchos. Las paredes tenían que hacerlas los mismos colonos con adobes o de chorizos según el gusto. Algunos se ingeniaron para hacer las paredes cortando adobes directamente de la tierra húmeda y colocándolos con las raíces y pasto que aún tenían. Y estos transformados en paredes seguían creciendo. Nuestro rancho era la quinta casa empezando desde los Bekenstein.¡Que raro! Hoy 18 de julio de 1954 coincide con aquellos días bajo la carpa, mientras llovía sin parar.Hoy también llueve ininterrumpidamente. Pero hay una diferencia entre aquella lluvia y ésta. Aquella era en el desierto y yo estaba bajo una carpa. La de hoy cae en una ciudad, Villaguay.Y yo estoy en un chalecito cómodo, con todos los adelantos de la técnica, radio, calefacción, luz eléctrica, rodeado de los manjares más exquisitos que da la tierra.Mauricio ChajchirMauricio tenía 77 años cuando inició estas Memorias y las terminó en 1970 a los 89 años.Página 126 de las Memorias de Mauricio Chajchir.El Cuaderno empieza en la página 35 y está escrito hasta la 128, salvo dos páginas en blanco, en total 91 páginas. En esta página 126 que aquí se reproduce dice:"Año 1970""Todo principio para un joven es fácil, en cambio para un viejo es difícil en postrera edad....Pero la tersera generación no lee ni entiende en idisch. En mi mente revolotean los cuatro idiomas Ydisch, schpanisch, rusisch, y krimchaquis.Ahí en mi terrunio vivian mis antipasados, cumplían los preceptos judíos y morían confiando en el mundo futuro. Así en una carta que me escribe un primo mio, después de la primera guerra dice: muy pocos krimchaques han quedado, el hambre y las pestes han hecho un estrago. Luego Ben-Zeví dice en su libro "Tribus perdidas": en la segunda guerra los natzis aniquilaron por completo nuestra comunidad, una pequeña porción se salvaron a Israel, en los alrededores de Jerusalem.Por cuanto a Don Moisés Chajchir, que tuvo la audacia de mezclarse entre los Aschquenasim e inscribirse para emigrar a la Argentina, entre gente que no conocia su idioma ni sus costumbres, y salvarnos de la Hecatombe... merece dignamente su acción de arrojo y que descanse en paz en su tumba, su alma perdurará entre sus descendientes. (Yo de mi parte lo recuerdo en cada yurtzait)"En la página 127 (la penúltima) dice:Por cuanto Don Isidro Daichman merece entrar en los anales del recuerdo (según relatos de él). Vino escapado del Srizib reclutamiento ruso, trabajó como peón en molinos harineros, idem en las vías de ferro-carril, luego intentó con un socio un pequeño negocio, le fue mal, no prosperó, cayó en Dominguez bien "empilchado" y con un poncho.Una muchacha, que ordeñaba en un corral, con los familiares, le llamó la "atención", después de varios "tira y afloje" se casó con ella (1)No menos es su audacia en formar la "Dinastía Daichman", hizo esfuerzos para mandar llamadas a sus familiares de Europa, ayudándolos aquí materialmente, estos deben dedicar buenos conceptos a su memoria y recordarlo en el día de su yurtzait (2), idem a mi hermana Rivca. Podría dedicarle a Ischie (3) este chiste: "cazaste tu América por la guampa" "tus puños rompieron la guampa del éxito "Una leyenda talmúdica dice: D's arrojó del cielo una espada y un libro, el judío agarró el libro y el goy (4) agarró la espada..

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